martes, 2 de septiembre de 2008

EL RASGUEO SIN PREJUICIOS (y 2)

Hace unos días tuve ocasión de leer en un foro la siguiente respuesta que uno de los foristas le daba a otro que pedía ayuda sobre el rasgueo para acompañar una determinada canción: “Mi consejo es, si te interesa la guitarra y la estás estudiando junto con el solfeo, es que apliques la técnica del arpegio en lugar del rasgueo, el arpegio es más elegante y muchos más agradable que el rasgueo, al menos que te guste la rumba flamenca” (sic).
He aquí otro de los grandes prejuicios que involucran al rasgueo: el de aquellos que lo infravaloran como técnica menor, cuando en realidad es inherente a la propia guitarra, conclusión a la que se llega con suma facilidad si se conoce algo de la evolución histórica del instrumento. Sólo mencionaremos que de antiguo la guitarra – en las diferentes modalidades que existían: la morisca, la latina, la “battente” – venía siendo utilizada con preferencia por la plebe, ministriles y juglares para acompañar, con “rasgueados” fundamentalmente, danzas, cantos populares, romances, etc. Tocarla con técnicas punteadas era menos habitual. Estas técnicas eran más frecuentes en dos instrumentos de cuerda pulsada que por aquel entonces gozaban más del favor de los compositores cortesanos: el Laúd y la Vihuela. La guitarra en España terminaría “ganando la partida” a la vihuela y en palabras de Ignacio Ramos Altamira: “no tardaría en aprovechar la sabiduría musical de su pariente para enriquecer su técnica y elevar la categoría de sus composiciones (Historia de la guitarra y los guitarristas españoles)”. Se entiende entonces que la guitarra heredó el “corpus” técnico de la vihuela y con esto se engrandeció. Aún así los compositores que para ella escribieron no dejaron de incluir pasajes rasgueados en sus obras si lo consideraban conveniente. Y así a lo largo de la historia. No mencionaré estos autores, a los que ya tuve ocasión de referirme en mi anterior artículo, para no resultar reiterativo.Lo cierto es que este tipo de “consejos” fundamentados en prejuicios, tan poco sólidos como absurdos, lejos de tener efectos beneficiosos no hacen sino perjudicar al estudiante. Igualmente cierto es que una técnica tan guitarrística como el rasgueo no es ni más ni menos elegante que cualquier otra. La elegancia dependerá del nivel de competencia del guitarrista en cuanto al dominio de su instrumento y de todo lo que a éste concierne. No pocas veces he tenido ocasión de encontrar estudiantes o profesionales que no demuestran gran habilidad y resultan toscos – poco elegantes – en la ejecución de cualquier técnica guitarrística, siendo ésta no precisamente el rasgueo. Por otra parte la técnica del rasgueo puede llegar a dominarse y mostrar con ella un alto grado de refinamiento técnico. ¿Es la entrada de la guitarra en el comienzo del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo poco elegante? ¿Son igualmente poco elegantes los rasgueos de las obras “Sevillana” o “Ráfaga” de Joaquín Turina? ¿Qué opinarían estos autores de quien asevera que el rasgueo es menos agradable que el arpegio? ¿Es que el rasgueo es una técnica marginal que sólo se emplea en obras de una “supuesta” menor calidad musical como la “rumba flamenca”? ¿Acaso el rasgueo sólo sirve para ese estilo? Quizá rumbas instrumentales como “Entre dos aguas” de Paco de Lucía o “Caballo negro” de Manolo Sanlúcar son poco elegantes y agradables por culpa de los rasgueos y no nos habíamos percatado de nuestro mal gusto. La conclusión entonces es que todo el flamenco y todas las obras de inspiración popular se sumen en el mismo pozo de la “inelegancia” y de lo “poco agradable”. Yendo más lejos: el gran guitarrista y compositor argentino Eduardo Falú, entre otros, no se salva de la quema, ya que en sus obras introduce, cuando es procedente, no pocos pasajes rasgueados, aunque no sean de “Rumba Flamenca” sino de Zamba, Chacarera, Malambo, etc. Y como él otros muchos que sería muy largo enunciar en tan poco espacio. ¿Hay algo más que añadir? Pienso que no.

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