jueves, 11 de septiembre de 2008

¿CARNE O “PESCAO”?

Hace algunos años, cuando todavía atendía alumnos particulares, recibí la llamada de un estudiante extranjero que teniendo ya conocimientos de Guitarra Clásica, y aprovechando que iba a permanecer en España varios meses, quería comenzar a aprender Guitarra Flamenca. Se mostraba preocupado por los “problemas técnicos” que se podían derivar de “mezclar” ambos estilos. Este prejuicio en realidad no procedía de él sino de su encuentro en una primera “clase de prueba” que ya había recibido de un profesor de Guitarra Flamenca - por otra parte bastante conocido, ya que tiene bastante publicaciones pedagógicas sobre la materia – que le había asegurado que cultivar ambos estilos no era recomendable ya que sus técnicas eran incompatibles, planteándole que debía decantarse por algunos de los dos como quién elige entre carne o “pescao”. Él se había decidido a ponerse en contacto conmigo tras tener noticia de que yo enseñaba tanto uno como otro y tras una breve entrevista quedó convencido por mi argumentación y permaneció siendo alumno mío hasta el día en que tuvo que regresar a su país.
Este es otro de los grandes prejuicios existentes en el mundo de la Guitarra: el de esa supuesta “incompatibilidad” existente entre la Guitarra Clásica y la Flamenca desde el punto de vista técnico. En primer lugar quiero manifestar que en mi opinión ésta sólo existe en las mentes prejuiciadas de quienes la esgrimen como argumento “dogmático”. Según esto yo sería poco menos que un “bicho raro” ya que desde hace más de veintisiete años vengo simultaneando los dos estilos sin experimentar ningún conflicto, ni físico ni psíquico. Bien al contrario, el trabajar de forma continuada en ambos frentes no hizo sino enriquecerme como guitarrista. Desde muy temprano y en virtud de mi visión ecléctica personal me marque el objetivo de poner todo mi esfuerzo en pro de llegar a ser un guitarrista integral, para lo cual no desprecié en ningún momento el aprendizaje de cualquier técnica guitarrística, viniera de donde viniera.
La Historia de la Música está plagada de casos de profesionales, tanto intérpretes como compositores, que no se han limitado a cultivar un solo instrumento. Y eso sólo haciendo referencia indirecta a los conocidos, cuyos nombres no mencionaré ya que la lista sería interminable. Sólo me referiré a uno en concreto: Niccolò Paganini, (Génova, 27 de octubre de 1782 – Niza, 27 de mayo de 1840) que fue violinista, violista, guitarrista y compositor, habiendo estudiado también mandolina con su padre.
Llegados a este punto quiero hacer mención al actual sistema educativo musical en cuyo currículo académico encontramos que todos los estudiantes de instrumentos diferentes a la guitarra o el piano han de estudiar la asignatura de piano complementario. Que la técnica de instrumentos como el violín o el oboe, por poner un ejemplo, es totalmente diferente a la del piano es un hecho incontestable, y que la de los ya mencionados estilos guitarrísticos está, sin duda, mucho más próxima, también lo es. Las únicas diferencias existentes entre ambas – siempre y cuando estén bien fundamentadas desde el punto de vista ergonómico – es la de que cada una de ellas incorpora, además de los comunes, algunos mecanismos o procedimientos que les son inherentes y por lo tanto, en principio, no compartidos. Está sobradamente comprobado y documentado por especialistas médicos los problemas que puede ocasionar cualquier técnica instrumental mal planteada. Por mal planteamiento de la técnica se entenderá la inadecuada colocación del cuerpo con respecto al instrumento y viceversa, colocación forzada de las manos, muñecas encajadas, exceso de estudio, etc., es decir cualquier acción o medida que no sea consecuente con nuestra propia morfología y que con el tiempo ocasionará, sin duda, algún trastorno o incluso alguna lesión. Y a estos planteamientos inadecuados están expuestos tanto guitarristas clásicos como flamencos – quizá estos últimos más, ya que la Guitarra Flamenca no ha gozado de una sistematización tan metódica como la Guitarra Clásica – si no reciben la enseñanza de forma correcta.
Por otra parte el argumento esgrimido con demasiada frecuencia de que para tocar bien Flamenco hay que pertenecer a una determinada “etnia” o “mamarlo” desde pequeño es igualmente insostenible. En mi caso particular el profesor de Guitarra Flamenca arriba mencionado – cuyo nombre he preferido omitir, ya que su caso es unos entre demasiados y no tendría ningún sentido hacerlo – me espetó en su día que siendo guitarrista clásico jamás podría tocar bien Flamenco, por muy buen profesor que hubiera tenido. Pues bien, permítaseme relatar una pequeña anécdota. Me encontraba entrevistándome con dos guitarristas flamencos – padre e hijo – en la zona de camerinos de uno de los “tablaos” de más solera de Madrid. Teniendo ellos conocimiento de que, aun siendo guitarrista clásico, también tocaba Flamenco, al estilo antiguo – pues conocían a mi profesor Rafael Nogales, que por aquel entonces contaba más de ochenta años y había aprendido con Ramón Montoya “El Viejo” – me pidieron que tocase algo de lo aprendido. He de señalar que además de que a ellos les gustó mucho, se encontraba en la misma zona el primer “bailaor” del “tablao” – bastante conocido, por otra parte – que paseándose frente a nosotros masculló sentencioso: eso es Flamenco y no lo que tocan otros. ¿Algo más que añadir? Esto para mí fue un nuevo balón de oxígeno frente a las muchas críticas que de la parte “clásica” y de la “flamenca” me llovieron. Es por sentencias de un especialista como éste que me fui reafirmando cada vez más en la decisión que en su día tomé: unas veces carne y otras “pescao”.

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