Este fue el primer soneto que escribí hace ya más de veinte años.
Duele...
Duele tras despertar sentir tu ausencia,
tan dura e inmerecida condena,
tener sumida el alma en tanta pena
e ignorar del mal la procedencia.
Duele tanto amarte en la insistencia
de ese repudio blando que me entregas
que mi aliento más cálido se hiela
y destroza mi amor tu irreverencia.
Lejos quedó ya esa hermosa tarde
en que envueltos en la esencia de ese amor
tus más dulces palabras me brindaste.
No he querido volver más a aquel salón,
he intentado vanamente olvidarte,
logrando sólo aumentar mi desazón.
viernes, 6 de febrero de 2009
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